Es universalmente cierto, para todas las épocas y en todo
lugar, que dharma es la principal corriente de la vida humana. Es el ímpetu de
los seres vivientes; es también su fuente de riqueza y la guía para su jornada
a través de la vida. En el sentido penetrante de la palabra, todos los objetos
animados o inanimados tiene su respectivo dharma; es decir que dharma denota la
existencia misma de un objeto. En su sentido estrecho, dharma está menos
manifestado en los inanimados. En las entidades animadas, la manifestación de
dharma de las criaturas no humanas es instintiva e innata. Pero el dharma de
los seres humanos es mucho más que esto; se infiltra y penetra en todas y cada
una de las esferas de la vida.
Así pues, en el reino de dharma, la única fuerza motivadora,
verdadera guía, controladora y protectora de la gente es una excelente y amplia
ideología que aporte directrices audaces, definidas y claras para todos los
aspectos de la vida humana, desde la rutina diaria personal de uno, las
actividades sociales y la motivación colectiva, hasta la inspiración espiritual
que lo lleva a uno más y más cerca de Dios. Una escritura que no llene estas
condiciones no es de ninguna manera digna de ser llamada una escritura. También
deberíamos recordar que en el reino de dharma deben existir normas claras en la
forma de dharma sha'stra (tratados escriturales) y simultáneamente han de
existir guardianes estrictos quienes durante su vida se guíen a sí mismos tanto
como a otros de acuerdo a esas normas escriturales. Después de su deceso,
vivirán para siempre en sus enseñanzas, las cuales, aunque dadas para una época
particular, se convertirán en código de conducta para todo tiempo.
Srii Anandamurtii
(Namah Shiva'ya Sha'nta'ya, 167)
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